Son las nueve de la noche. El sol empieza a ponerse y los estragos del calor se diluyen. Ahora me siento persona.
Cuando era pequeña, me encantaban las vacaciones de verano. Era un tiempo eterno de juegos. Algo más tarde, esos tres meses se convirtieron en libertad, en poder alejarme de mis compañeros y de sus burlas, aunque sus efectos se siguieran notando.
Teníamos una piscina comunitaria. Aunque nunca he sido muy sirena, siempre me ha gustado bucear, perderme en ese otro mundo, alejado del ruido y de las luces. Y, sin embargo, lo peor era meterse en el agua, tan fría, para luego intentar salir y, encima, volver a pasar frío. Mejor no meterse y ya está.
Luego estaba el césped. Extender las toallas con precisión (una habilidad que aún uso en las clases de Pilates) para charlar, merendar, leer o jugar a lo que fuera. Yo siempre he sido de pensar bien los juegos, qué se va a hacer y cómo.
Poco a poco, todo esto se convirtió en largos y aburridos ratos en la piscina, sólo por estar con las vecinas de mi edad. El sol daba de lleno y la sombrilla de la socorrista no bastaba. Después, cada una empezó a irse por su lado y las inseguridades pudieron conmigo. Salir en bikini bastaba para recordarme todas las burlas de mis compañeros, aunque en ese momento estuvieran lejos y no debieran alcanzarme.
Mi habitación se convirtió en mi refugio y lo siguió siendo en los meses estivales. Aparte de escribir, jugaba mucho al ordenador, protegida por la eterna corriente del ventilador del techo.
Mi habitación ya no existe. Vete tú a saber qué ha sido de mi ventilador. Ahora, me paso los días haciendo acopio de las pocas energías que me quedan.
No hay piscina. El piso de alquiler es un horno. Y ya he descubierto que soy sensible al calor. Que, en realidad, no me gusta el verano. Es como un vampiro, dejándome aplatanada, atontada, incapaz de mantener el ritmo que me gustaría.
Hablando de lo que me gustaría... me gustaría poder irme estos meses. A algún sitio fresquito. Sería la única forma de seguir creando. Pero, como aún es otro sueño, toca aguantarse y hacer lo que se pueda cada día. Quizás no escriba tanto como quisiera, pero puedo revisar e investigar. Quizás sea más complicado dibujar y esté bloqueada, pero mientras siga haciendo bocetos de vez en cuando, servirá de algo.
Puede que haya alguna fórmula mágica para que el verano parezca mejor, sólo que no la he encontrado. Puede que la solución no sea pasar el día en la piscina, por mucho que lo hagan los demás. Mientras tanto, aquí seguiré, dándole vueltas a mis ideas y esforzándome por comer fruta, que está fresquita y parece que así entra mejor.
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